La niñez es un período determinante, desde allí cultivamos la calidad de vida en la adultez y la vejez, lo cual quiere decir que lo que aprendemos en esta etapa de nuestras vidas lo llevamos siempre con nosotros.
Por lo anterior resulta fundamental que tanto padres como cuidadores cercanos se enfoquen en establecer hábitos de vida saludables desde un inicio, cultivando una sana alimentación, unos buenos hábitos de higiene y un interés por el cuidado del propio cuerpo.
En esta ocasión hablaremos de 3 aspectos que son: la alimentación, el sueño y la higiene corporal.
Para empezar es fundamental mencionar que durante los primeros años de vida el bebé y el niño generan aprendizajes vía modelamiento, es decir que ellos toman como referencia las personas cercanas y significativas y reproducen lo que ellas hacen, por lo que el ejemplo positivo es vital para poder iniciar la instauración de hábitos de vida saludables.
En cuanto a la alimentación sabemos que a los recién nacidos se les proporciona leche a libre demanda, pero a medida que van creciendo se comienza a establecer un horario de alimentación que debe continuar por el resto de la vida. El horario no debe tener periodos muy largos entre comida y comida, debe ser cada 2 o 3 horas que el niño reciba algún alimento para que su metabolismo esté en constante funcionamiento. El horario es un elemento de gran importancia en la alimentación pues es lo que permitirá que el niño sienta hambre en los momentos del día que están destinados para ello. Proporciona un orden y una rutina que facilita el acoplamiento a las rutinas posteriores como son la del lavado de dientes, horario de dormida, entre otras.
Cuando se inicia la alimentación complementaria el alimento que se introduzca se debe ofrecer por varios días para observar su aceptación y tolerancia. Cada alimento debe tener las diferentes consistencias (líquido, suave y duro), con el fin de afianzar la masticación, la deglución, el sabor y permitir al niño comer más ágilmente. Del mismo modo, se sugiere ofrecer porciones pequeñas, con el fin de que el niño pueda repetir si lo desea y evitar la sensación de saciedad que producen las porciones muy grandes.
Resulta ideal que el niño tenga un espacio definido para recibir la alimentación y que no lo haga frente al televisor o en medio de juegos, pues de esta forma no está concentrado en el acto como tal y resultaría difícil generar una rutina clara que posteriormente se convierta en hábito. Igualmente se recomienda no interrumpir bruscamente un juego para llevar a comer al niño, ni interrumpir la comida para jugar pues se le debe explicar constantemente que todo tiene un tiempo y un lugar y se debe respetar esa claridad.
Otro de los hábitos que se debe enseñar durante los primeros años es la rutina de sueño.
El tiempo de la siesta y el tiempo de acostarse pueden ser un momento alegre para el niño o por el contrario un momento de angustia y agitación, el adulto debe acompañar estos momentos de manera tranquila y positiva para evitar que se convierta en una dificultad. Se aconseja crear un ambiente relajado y seguro para antes de dormir fijando una rutina diaria que sea tranquila y constante, la cual puede hacerse con una lectura, una música suave, frotando la espalda del niño, rezando o realizando cualquier rutina que la familia tenga estipulada para antes de dormir.
Los niños van comprendiendo estas rutinas y luego son capaces de anticipar que viene la hora del sueño y se acomodan con mucha facilidad. El baño antes de la hora de dormir se ha comprobado que relaja y le permite al niño conciliar el sueño con mayor facilidad. Por otro lado es importante fijar unas horas para dormir, para que de esta manera se organice todo su horario incluso el horario de su alimentación que esta muy relacionado con el horario del sueño.
Finalmente los hábitos de higiene son también algunos de los más importantes en la niñez. Mediante las rutinas de aseo, por ejemplo, se proveen cuidados físicos que no solo tienden a mantener la salud, sino que, además, paulatinamente llevan al niño a adquirir conciencia de su propio cuerpo. El lavado de las manos antes de comer y después de ir al baño; limpieza de los alimentos; lavado de los dientes inmediatamente después de cada comida, son algunos de esos hábitos que se deben promover desde una temprana edad. Para esto es fundamental dialogar y explicarle al niño el porqué se deben realizar, contarle acerca de los beneficios que estas rutinas nos pueden traer y fijar igualmente unos momentos precisos para realizarlos. En los primeros días se le debe explicar la técnica con la que se realiza el lavado a los niños para que ellos vayan adquiriendo poco a poco las destrezas para realizarlo. Se debe ser constante y tolerante en los primeros momentos y lo más importante es lograr motivar al niño para que lo intente realizar.
La función de cuidadores es entonces la de guías amorosos que propicien dichas rutinas con firmeza, constancia, tolerancia y claridad, estableciendo acuerdos y siendo coherentes con el ejemplo, para lograr en los niños la formación de hábitos saludables que le permitirán tener un orden y claridad sobre la manera de actuar y en el futuro le proporcionarán la capacidad de autoregularse